Si éstas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historias, todas, o las más, son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen y los actores que las representan, dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, y no de otra manera; y que las que llevan traza y siguen fábula como el arte pide, no sirven sino para cuatro discretos que las entienden y todos los demás se quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos deste modo vendrá a ser mi libro, al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos y vendré a ser el sastre del cantanillo.
Cada vez que leo este párrafo, no puedo evitar pensar en lo que sucede hoy en día con el cine: cine blockbuster, el cine de masas y el que mueve grandes cantidades de dinero, frente al cine de autor, un cine más intelectual y de círculos cerrados. Esto demuestra que hay cosas que nunca cambian y este tipo de cuestiones ya se planteaban en época de Cervantes.
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