La continuidad es uno de los factores más complejos: la TV
está construida por pedacitos, pero quiere mantener su continuidad. Raymond Williams fue uno de los primeros
teóricos que hablo de la TV no como un medio de comunicación o un negocio, sino
como un transmisor de cultura. Se planteaba la transmisión del
conocimiento. Analizando la TV de los 80, llegó a la conclusión de que la TV
constituía un flujo continuo. Estemos expuestos o no a la TV, el flujo va a
estar ahí.
Otro término para referirse a la continuidad televisiva es el
“presente continuo”: la TV, emita contenidos en directo o grabados, es un hecho
presente, es una experiencia directa.
Otra autora, Nora Rizza, habla del palimpsesto. La TV es un
medio de comunicación volátil: nos olvidamos de las noticias de ayer porque
están constantemente actualizándolas. Lo que les ocurrió a las TV cuando
apareció el vídeo es que los programas desaparecían porque se grababa encima.
Las TV europeas estuvieron muchos años con una falta absoluta de archivo. Ahora
se están recuperando con la digitalización.
Otro autor, John Morey, fue de los primeros que se dedicó a
ver la TV inglesa para ver cómo funcionaban las piezas de continuidad.
Descubrió que tenían porcentualmente una importancia enorme. La clave de las
piezas de continuidad es que no se aprecien por parte del espectador. Decía que estas piezas eran metadiscursivas:
“es Telecinco quien está emitiendo esta película y no otra cadena”, sería el
mensaje de las piezas de continuidad. Las
piezas de continuidad reafirman la cadena que está emitiendo el contenido,
aunque el producto no sea suyo.
En cine sólo se desvelan estas marcas de producción en los
créditos, pero en TV es una autorreferencia constante. Se están remitiendo constantemente al espectador, en cine es menos
frecuente.
Daney en su obra Interludios,
decía que eran muy divertidos: se usaban como piezas de continuidad, vídeos de
naturaleza o paisajes. En TVE, cuando tenían que hacer desconexiones, se
producía un desfase que tenían que rellenar: y para ello utilizaban imágenes de
pajaritos.
Nick Browne establece una relación curiosa entre la TV y el
mercado en el sentido de que la TV ofrece una serie de productos diferentes. Habla de la programación como supertexto.
La programación se construye de textos, que la programación convierte en
supertextos. Son textos que no tienen una relación aparente, pero el
programador tiene que encontrar una unidad entre ellos. También habla del megatexto: crear 3 horas de consumo televisivo
haciendo zapping entre varios canales. Consiste en construir un texto a través
de la realidad de distintas programaciones de distintas cadenas. Al programador
no le interesa esta continuidad fragmentada, le interesa que el espectador sea
constante.