La obra de arte nace con la idea, pero no hay que entender la idea como el acto del entendimiento, sino como la Idea con mayúsculas que definió Platón. Con posterioridad, Aristóteles va a enumerar cuatro causas que hacen posible una obra de arte: la materia de la cual surge la obra, el artista por medio del cual surge, la forma en la que surge, y la finalidad por cuyo motivo surge. A estas cuatro, Platón le añadió la Idea, que no es más que una proyección mental interior y propia del artista (o del ser humano) del objeto de la Naturaleza que el escultor, pintor, etc. mira para efectuar la obra que se propone. La Idea en el arte es algo abstracto, trascendental, que va más allá de la propia experiencia. Lo que es bello, el ideal de belleza está en el artista y es inmortal, etéreo. Las representaciones materiales que el autor hace de su Idea, en cambio, sí mueren. La forma artística preexiste en el espíritu del creador, según Aristóteles, y la forma es superior a la materia, pero la obra no es arte hasta que la forma no ha penetrado en la materia. Plotino, por el contrario, establece una antítesis entre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, en la que la forma es el mal, el absoluto no-ser. Algo que ni siquiera es totalmente plasmable. Esta maldad y hostilidad se traspasa a la materia cuando se le da forma. En este contexto, van a surgir varias interpretaciones filosóficas acerca de qué es arte. Por un lado, está la interpretación mimética de Platón que dice que el arte sólo es una imitación del mundo sensible, que lo único que hace el artista es realizar una copia exacta que reproduce el contenido de la realidad, contentándose con un inútil duplicado de la Idea, negando así su validez y no siendo su finalidad digna del esfuerzo. Las obras engañan a nuestra vista imperfecta, que aumentan la confusión en nuestra alma Esto hará que se califique esta interpretación de “antiartista”, pero nada de eso, se trata de un visión ajena al arte. Por muy inmutable, eterna y genérica que pueda ser una obra de arte, jamás alcanzará la categoría de una Idea. No obstante, para Platón una obra de arte es valorable en tanto a la labor matemática aplicada en la misma. Por otro lado, aparece la interpretación heurística de Plotino que considera que el arte asume la tarea de introducir la forma en la materia y niega la posibilidad el éxito demostrando que su finalidad es inalcanzable. A esto se le suma la cuestión de qué era más hermoso: ¿la Naturaleza o la Idea representada de la Naturaleza en la obra de arte? Séneca dice que el artista puede o bien trabajar con un modelo real de la Naturaleza o bien trabajar a partir de un Idea interior, una representación propia de la Naturaleza que ve a través de sus ojos. Muchos griegos criticaban las artes porque las consideraban una imitación de la naturaleza, pero Plotino responde a esto que también la Naturaleza es imitadora y que el arte aporta la belleza a través de la perfección (se busca intencionadamente lo más perfecto presente en los elementos de la Naturaleza representados), que no tiene la Naturaleza. Plotino definió el ideal de belleza de la Antigüedad y el Renacimiento clásico, en el que se consideraba bello a todo aquello que en su conjunto resultara armonioso, pero no lo simple. La materia es bella cuando se le da forma y ésta es a su vez más bella si e ella reside una Idea.
Tomado de: Panofsky, Erwin: Idea, Ediciones Cátedra, 1989.
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