miércoles, 30 de diciembre de 2020

Análisis de «Pedro y Catalina»

Análisis de «Pedro y Catalina» de Sánchez-Allú
Esta zarzuela en un acto estrenada en el año 1855 –a tan sólo un año de que Barbieri y Gaztambide fundasen el Teatro de la Zarzuela– bebe de la tradición de la ópera cómica italiana del momento. En muchos de sus números se respira la música del Donizetti o del Rossini de la época, no en vano en el terceto del número 3, el libreto hace un guiño al compositor («¿Gaetano… es Donizetti?» pronunciado por Don Ruperto en los compases 24 y 25, a lo que Cayetano responde que es «Español y nada más»). Esto ilustra deliberadamente con tono cómico la rivalidad que se había suscitado en este momento –y que ya venía arrastrándose desde hace muchos años– entre la música española y la «invasión» de la ópera italiana. Al igual que Barbieri en El barberillo de Lavapiés, Sánchez-Allú se sirve de la música para hablar de la música, a modo de ejercicio metalingüístico. Si Barbieri, en El barberillo, utiliza la tirana para representar a los personajes de clase baja (a Lamparilla y a la Paloma) y utiliza la melodía belcantista italiana para representar a los personajes de la nobleza (la Marquesita y don Pedro), Sánchez-Allú utiliza el sabor de la ópera italiana para recrear la puesta en escena de la zarzuela Catalina de Gaztambide en un ejercicio de metateatro, de teatro dentro del teatro, algo muy habitual también en esta época dentro del género lírico; recordemos la obra Le convenienze ed inconvenienze teatrali, del ya mencionado Donizetti, donde, por cierto, también se hace una parodia del aria de Desdémona del Otello de Rossini, al igual que Sánchez-Allú introduce referencias a la obra de Gaztambide: en el terceto del número 6, por ejemplo, en el compás 111, justo al inicio del tres por cuatro, Sánchez-Allú toma prestado el ritmo de blanca, corchea con puntillo y semicorchea de la obra de Gaztambide, concretamente de otro terceto del número cuatro, tal y como podemos ver en la imagen que se muestra más abajo. Además, uno de sus personajes, Cayetano, tiene un diálogo al final de la escena IX en el que hace referencia a los propios intérpretes de la obra –actores y cantantes de la vida real de aquel momento conocidos por el público madrileño– como si fueran personajes de la ficción, hasta tal punto que Cayetano presume de hacerse de oro por calzar a un artista de la talla de Caltañazor, que es quien interpretó a Cayetano en Pedro y Catalina; es decir, se da la situación hilarante de que Cayetano presume de calzarse a sí mismo («Me voy a hacer de pesetas:/ calzaré a Salas, Cubero,/ Font, Caltañazor, Becerra,/ y las partes de por medio»). No es nada nuevo en el género y es una tradición heredada del siglo XVIII; en muchas tonadillas ya podemos encontrar estas autoreferencias al hecho y al mundo teatral.
En cuanto a los personajes, el reparto de voces sigue el esquema tradicional de la ópera cómica italiana: tenemos a dos enamorados, Teodoro, cantado por un tenor, y Amelia, cantado por una soprano. Tenemos al Conde de la Pallosa, padre de Amelia, que como viene siendo habitual lo canta un barítono; tenemos a Cayetano, zapatero de profesión que trató de enseñarle el oficio a Teodoro, cantado por un tenor; y tenemos a don Ruperto, el empresario de la compañía, cantado por un barítono. Los dos primeros constituyen los personajes serios de la obra, mientras que los restantes aportan el tono cómico, siendo encomendados a dos bajos bufos y un tenor cómico.
El libreto es una genialidad en la que se entremezcla la farsa y los malentendidos. La obra se ambienta en una compañía de teatro liderada por don Ruperto, que está preparando una producción de la Catalina de Gaztambide. La tiple está enferma y no podrá cantar, pero aparece Amelia, junto con su padre, el Conde de la Pallosa, que está ansiosa por ser artista y don Ruperto se alegra por haber encontrado una sustituta. Sin ser observado, Teodoro entra en escena y reconoce a Amelia –a la que había dado clases de canto en París y donde Amelia le ofreció la mano– y se sorprende al verla en la compañía (nº 2, «Amelia, Amelia hermosa»). Cuando se queda solo, aparece Cayetano, zapatero de profesión que en una ocasión tuvo a Teodoro por aprendiz. Trató de enseñarle el oficio por seis años, pero fue en vano: Teodoro quería cantar y, además, su amor por Amelia le distraía del oficio. Hablando con Cayetano, Teodoro le confiesa que el padre de Amelia, para deshacerse de él, le había dicho que Amelia se iba a casar con un secretario de embajada, cosa que Teodoro descubre enseguida que es mentira. Aparece don Ruperto que, para dar publicidad a Teodoro en su debut como Pedro, decide incluir en los periódicos el nombres su maestro. Cayetano, pensando que don Ruperto pregunta por el maestro que le enseñó el noble arte de zapatero, enseguida salta respondiéndole que él fue su maestro, dando pie a un divertido malentendido (nº 3, «Yo fui, yo fui el primero»). Confundido con un genio de la música, don Ruperto le encomienda a Cayetano, además, dirigir la zarzuela, a lo que Cayetano, pensando que lo que le encomienda es encargarse del calzado de la compañía, se compromete.




Aparece el Conde y deciden programar un ensayo antes del estreno con el «maestro»; don Ruperto va a por Amelia y deja solos al Conde y a Cayetano. Ambos se contemplan de reojo: el Conde está convencido de que, bajo un hombre de apariencia tan llana, se oculta un gran talento, pese a que Cayetano no tiene la menor idea de lo que es el compás musical; por su parte, Cayetano piensa que quiere contratar sus servicios como zapatero (nº4, «Solos quedamos. ¿Qué me dirá»). Al marcharse el Conde y quedarse Cayetano a solas, sale Teodoro de su escondite, y, aprovechando que a Cayetano le han confundido con un eminente músico, le insta a que, durante las lecciones de canto, despache al Conde con algún pretexto y, así, quedarse a solas con Amelia y hablar con ella (nº 6, «Amelia, Amelia hermosa»). En este número encontramos una cita textual del cuarteto del tercer acto de Catalina de Gaztambide, sólo que en la mayor en lugar de sib mayor original. Teodoro y Amelia aprovechan la música y el texto del cuarteto para declararse su amor, mientras fingen que ensayan; entre medias, Cayetano aporta el tono cómico a la escena. El Conde, que ha estado escuchando todo desde detrás de la puerta, entra en la sala de ensayo, descubre a Teodoro y, al ver que ambos se quieren, consiente en casarlos, dándoles su aprobación.


Enlaces de interés
https://archive.org/details/pedroycatalinaoe00sn/page/40/mode/2up (libreto)
http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000161924&page=1 (partitura)

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