sábado, 23 de abril de 2016

Sobre "Acis et Galatée" de Lully

Acis et Galatée es la última obra maestra de Jean-Baptiste Lully y la última ópera que llegó a completar. Se estrenó el 6 de septiembre de 1686, sólo unos pocos meses antes de que el compositor se golpeara el pie con un bastón mientras dirigía su Te Deum. Las consecuencias no pudieron ser peores. La herida no se trató bien y acabó por gangrenarse, enviando a Lully a la tumba un 22 de marzo de 1687, dejando una ópera inconclusa: la tragédie en musique titulada Achille et Polyxène. El Florentino, que llegó a Francia en su juventud, había cosechado gran éxito entre el público y la corte parisiense con sus óperas. En 1672, había conseguido el control de la Académie Royale de Musique (la ópera de París) y la mayoría de los trabajos que presentó allí tuvieron un éxito sonado, sobre todo al final de su carrera. Todo el mundo tarareaba sus melodías y sus obras fueron muy pronto conocidas en el extranjero, siendo interpretadas en Inglaterra, Holanda y Alemania.

Fue en 1673, a la edad de 40 años, cuando Lully inicia una colaboración con el libretista Philippe Quinault para crear el género conocido como tragédie en musique, al que se le puede considerar el más representativo de la ópera francesa durante el Antiguo Régimen. No solo tomó prestados elementos de la ópera italiana, del ballet de cour y la tragedia de máquinas (cuyo ejemplo más perfecto es Andromède de Corneille), sino de la comédie-ballet y la de la tragédie-ballet, géneros en los que Lully había destacado en sus colaboraciones con Molière entre 1664 y 1671.

Aunque Acis et Galatée no es una tragédie en musique, sí que toma prestado de ese género la alternancia de airs y los recitativos expresivos, los conjuntos vocales y fragmentos instrumentales; también encontramos un divertissement en cada acto en el que hay coros y danzas. El tono, sin embargo, es bastante diferente en el sentido de que Acis et Galatée es una pastorale heroïque. Además, también ocupa un lugar especial dentro de la producción operística de Lully y su originalidad se explica, en parte, a las circunstancias en las que se compuso. La ópera se concibió como un entretenimiento para el Delfín durante una partida de caza organizada en su honor por el Duque de Vendôme y su hermano, el Gran Prior, en su castillo de Anet. Para el heredero del trono suponía una oportunidad para asistir a la representación de una ópera de Lully, ya que se habían dejado de representar en la corte: Luis XIV soportaba cada vez menos la dudosa moralidad del compositor. No obstante, el ambiente entre el círculo de Vendôme era bastante diferente. Estos nobles eran conocidos por su extravagante estilo de vida y no tuvieron reparos en traer a Lully y su compañía de ópera a su castillo. No les faltó de nada ni a sus intérpretes ni a su director. El 6 de septiembre, el día en el que el Delfín llegó a Anet, se les permitió compartir la mesa con el invitado y sus anfitriones en un espléndido banquete. El propio Lully presidió una de las mesas y estaba de tan buen humor durante su estancia allí que quedó fascinado por Marie Le Rochois, la cantante que encarnaría el papel de Galatea en su ópera. También cortejó a otra cantante: Françoise Moreau, llamada familiarmente Fanchon. Entre el resto de músicos presentes en esta celebración, se encontraba Du Mesny, encargado de dar vida a Acis, y probablemente también el actor La Forest, que interpretó al gigante Polifemo.

A la tarde siguiente, los cantantes, bailarines y los instrumentistas de la orquesta interpretaron Acis et Galatée en presencia del Delfín en la Galería de Diana del castillo de Anet. La ópera tuvo una cálida acogida y se representó otras cinco veces durante la visita del Delfín. El 17 de septiembre se llevaría a la ópera de París. En el libreto para las representaciones de París encontramos información detallada sobre varios cambios en la escena, donde se incluía un carruaje descendiendo para la aparición del dios Apolo durante el Prólogo. Parece difícil pensar que una obra de esta categoría, en la que había transformaciones tan impactantes, pudiera haberse representado en un lugar de escasos medios como era el castillo de Anet, en el que carecían de la maquinaria de escena que tanto gustaba a las audiencias. Aun así, pudieron prescindir de todos estos dispositivos en Anet. No era necesario una nube para anunciar la llegada del dios del Sol y un sencillo decorado rural fue suficiente para esta obra de tres actos. Al fin y al cabo, no era más que una pastoral, un entretenimiento diseñado para ser interpretado en una finca de campo durante una tarde de verano.

El Duque de Vendôme le encomendó la elaboración del libreto a Jean Galbert de Campistron, en tanto que Quinault había abandonado su colaboración con Lully hacía algún tiempo. El nuevo libretista, aunque tenía sólo 30 años y era tan degenerado como el compositor, se había consagrado como un buen dramaturgo, cosechando un considerable éxito en París con sus tragedias Andronic y Alcibiade. En Anet, el Duque quedó tan satisfecho con su labor que le concedió un plus de 100 louis. Sin embargo, el libreto es muy inferior en muchos aspectos con respecto a los de Quinault.

Como muchas otras pastorales de este período, Acis et Galatée presenta el típico amor frustrado entre un pastor y una pastora. Sin embargo, es "heroica" en el sentido de que, como en la tragédie en musique, se ve involucrado el mundo de los dioses y seres sobrehumanos. Galatea es una ninfa, hija de Nereo, el dios del mar; Polifemo, es un cíclope, hijo de Neptuno. El propio Neptuno aparece al final de la ópera como un deus ex machina para devolverle la vida al mortal Acis. También hay más personajes mitológicos que aparecen en el Prólogo que, como en otras óperas, sirven para celebrar la gloria de Luis XIV a modo de alegoría. Apolo, que simboliza la monarquía, llega para venerar al Rey Sol y rendir homenaje a su hijo, el Delfín, invitado de honor en la representación. Diana funciona tanto como una evocación de Diana de Poitiers, para quien Enrique II ordenó la construcción del castillo de Anet, como una referencia a la afición del heredero al trono por la caza. Comus, el dios del festejo, representa otros placeres: los que disfrutaron los invitados en la celebración de Vendôme.

Estas alusiones no impidieron escribir a Lully una partitura magnífica. En primer lugar, evitó caer en el error que cometían muchas pastorales de aquel entonces: tuvo el cuidado de no abusar de las convenciones del género. Supo contrastar a la perfección la delicadeza de los pastores con el poderío y la naturaleza atormentada y sombría del cíclope Polifemo. Tal y como dicen los más entendidos: "esta admirable caracterización se puede considerar, desde el principio hasta el final, como el mejor de los roles compuestos por Lully para bajo." Los pesados y amenazadores pasos del gigante se sugieren a través de la orquesta. Las flautas de Pan que él y sus compañeros cíclopes llevan en sus cinturones se evocan a través de los instrumentos de viento, pero no de cualquier forma: utiliza silbatos de calderero, que interpretan pasajes virtuosísticos con un toque malicioso y humorístico. Por otro lado, Lully redescubrió la vena cómica de sus primeras colaboraciones con Molière. También demuestra sus habilidades dramáticas en el tercer acto, en el que antecede la furia de Polifemo con una escena religiosa de gran serenidad, compuesta en el registro agudo.

Lully demuestra otras cualidades que había desarrollado en sus últimas tragédies en musique. Es característico de su evolución como compositor el constante uso del recitativo acompañado por la sección de cuerdas para posteriormente incrementar la presencia de la orquesta al final del acto. La puesta en música del soliloquio de Galatea en el tercer acto es especialmente conmovedora, representando primero el movimiento de las olas y después la impotencia de la ninfa y su profundo dolor. Después derrocha todas sus capacidades expresivas en un magnífico pasacalle. Lully no sólo sobresale en estas monumentales danzas, sino también en los airs construidos sobre bajo continuo, especialmente los que a menudo compone para sus heroínas. En Acis et Galatée reserva este privilegio a Galatea en el segundo acto, cuando canta: "¡Qué injusto orgullo nos constriñe y tiraniza nuestros deseos!" El pasaje orquestal que lo precede fue comparado por los contemporáneos de Lully con "una sinfonía italiana". Incluso se sugirió que Lully tomó prestado el pasaje entero de una ópera italiana. Si bien es verdad que esta pieza está inspirada en los modelos transalpinos, Lully lo impregna de tanta intensidad emocional que fue juzgada por muchos como "la música más hermosa del mundo". En Acis et Galatée, Lully nos obsequia con momentos vocales realmente destacables. Esto se hace evidente inmediatamente en la primera frase que pronuncia Acis: "C'est en vain qu'en ces lieux". También es bastante aparente en los conjuntos vocales, sobre todo en el dúo entre Acis y Galatea "Quelle erreur loin de nous précipite ses pas!" del segundo acto.

Al final de su vida Lully estaba en pleno control de sus capacidades compositivas y él era consciente de ello. En el prefacio de la partitura, que dedicó a Luis XIV y que publicó el año del estreno de la ópera, declaró que se sentía plenamente seguro y capaz de elevarle por encima de sí mismo y llenarle de divina pasión.

(Traducción al español de un texto de Jérôme de La Gorce)

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