miércoles, 21 de febrero de 2018

"El relato cinematográfico" de Metz. Parte 2


Narración y mostración

Las diferencias fundamentales que podemos detectar entre mostración fílmica y mostración escénica nos proporcionan un elemento para responder a todas esas cuestiones:

A)     El actor teatral realiza su prestación en simultaneidad denomenológica con la actividad de recepción del espectador, es decir, ambos comparten el tiempo presente.

B)      La cámara que filma la interpretación del actor cinematográfico puede, gracias a la posición que ocupa, o, aún más, por simples movimientos, intervenir y modificar la percepción que tiene el espectador de la prestación de los actores. Puede incluso, forzar la mirada del espectador y dirigirla.

En el desarrollo de los acontecimientos que constituyen la trama del relato, los actores de cine, al contrario que los de teatro, no son los únicos en emitir señales. Estas otras señales,  que llegan a través de la cámara, son emitidas por una instancia situada en alguna parte por encima de esas instancias de primer nivel que son los actores, por una instancia superior que serían, pues, el equivalente cinematográfico del narrador literario.

Aparte de estos dos puntos comentados, existe además otro que las distingue, la dimensión sonora.

El relato sonoro: un relato doble

El cineasta y el montador deben realizar su elección de la música en función de la credibilidad sonora: de la misma manera que existían músicas de persecución, de amor, etc., en los albores del cine, existen ahora atmósferas sonoras para un despacho, una comisaría, etc. En este caso, el sonido participa en la construcción de un relato unitario, y ese doble relato del que hemos hablado puede quedar neutralizado.

Realidad afílmica y diégesis

La realidad afílmica, es decir, la realidad que existe en el mundo cotidiano, independientemente de toda relación con el arte de la filmación es mas o menos verificable (según los conocimientos espaciotemporales que el espectador posea del lugar en el que vive), mientras que el mundo de la ficción es un mundo parcialmente mental, que posee sus propias leyes. De esta manera, lo que sucede en tal o cual relato fílmico, y que nos parece verosímil, puede parecer absurdo en otro.

Diégesis-> Todo lo que pertenece, dentro de la inteligibilidad de la historia relatada, al mundo propuesto o supuesto por la ficción. En este contexto, daremos al término historia un sentido más restringido que anteriormente: la serie cronológica de los acontecimientos relatados, por oposición al relato, que es la manera de relatarlos.

2. Enunciación y narración.

Las películas son distintas de la novela en la medida que pueden mostrar las acciones sin decirlas.

Diferencia entre historia y enunciación:

Historia-> Los acontecimientos parecen contarse ellos mimos

Discurso-> Es un modo de enunciación que supone un locutor y un auditor.

Para estudiar la instancia narrativa en la novela, Gennete parte de estas diferencias y subraya su ambigüedad: lo que opone la historia al discurso, no es tanto una frontera absoluta cuanto el hecho de que se perciba, de manera variable,  el que habla en los enunciados que pronuncia. No hay historia  sin una parte del discurso. No obstante, podemos localizarlo como una especie de “quiste” porque la lengua posee marcas, indicadores que remiten de entrada al locutor, es decir, al que sostiene el discurso: estas marcas son los deícticos.

Un enunciado que sólo utiliza deícticos, únicamente nos permite descifrarlo en función del conocimiento que tenemos de la identidad del locutor. Por el contrario, un enunciado como “el 12 de abril de 1979, el cabo Wilson estaba solo en su refugio”, podemos entenderlo perfectamente sin saber quién lo pronuncia a diferencia de “ahora estoy solo aquí”.

Los primeros teóricos de la enunciación cinematográfica se dedicaron a buscar en las películas señales tan detectables como las deícticas. De esta manera, hemos podido recoger en este ámbito seis casos en los que la subjetividad de la imagen es más que aparente:

A)     El subrayado del primer plano, que sugiere la proximidad de un objetivo, bien por una oposición a escala ( obtenida, quizá, mediante las focales cortas, por ejemplo, al final de Ciudadano Kane, en el momento en que Susan, sentada en el suelo, trata de acabar el puzle, su rostro está tan alto como el personaje Kane, que aparece en el fondo del decorado, en el marco de una puerta), bien sea una oposición entre el flou y la imagen nítida (como cuando vemos un paisaje a través de unas hierbas difuminadas).

B)      El descenso del punto de vista por debajo del nivel de los ojos: seguramente es el caso de numerosos contrapicados wellesianos.

C)      La representación de una parte del cuerpo en primer plano, que supone el anclaje de la cámara en una mirada: vista de un paisaje que desfila a través de un mechón de pelo, de la carretera que se desdobla bajo los efectos del alcohol o, generalizando más, todas esas imágenes que parecen estar afectadas por una cierta deformación en relación con lo que juzgamos una visión “normal”: desdoblamiento, exageración del flou, etc., que remiten a un personaje borracho o miope.

D)     La sombra del personaje

E)      La materialización en la imagen de un visor, de un cache en forma de cerradura o de cualquier objeto que remita a la mirada.

F)      El temblor, el movimiento entrecortado o mecánico que sugiere infaliblemente un aparato que filma. Habría que añadir a esta lista la mirada a cámara.

Los deícticos  construyen un observador-locutor en la lengua, es decir, tanto el que dirige el discurso como su posición en el espacio.  “Estoy solo aquí: a mi derecha se encuentra la cómoda, a mi izquierda la ventana”, remite no sólo a una situación del discurso, sino a una situación de discurso orientado. En cambio, gracias a la lectura de los criterios que acabamos de enumerar, vemos claramente que, en el caso del cine, las marcas de la subjetividad pueden a veces remitir a alguien que ve la escena, un personaje situado en la diégesis, mientras que, en otras ocasiones, trazan solapadamente la presencia de una instancia situada en el exterior de la diégesis, una instancia extradiegética.

A diferencia de los deícticos en la lengua, en el cine estas marcas pueden construir tanto una mirada interna a la diégesis, o sea, un personaje, como remitir “al que habla el cine”, situado por definición fuera del mundo diegético. En cierto modo, en el cine sólo hay un uso enunciativo de los signos y no mensajes enunciativos en sí.

-          El narrador explícito y el gran imaginador

Para comprender la historia de una película, el espectador debe suponer que el narrador asume la responsabilidad de este relato audiovisual que viene a recubrir las imágenes que nos muestran su acto narrativo.

Se pueden producir cortes narrativos  que vayan más allá de lo que las convenciones de una época dada permiten aceptar o borrar, divergencias que cavan un foso entre  el relato verbal y su transemiotización:

A)     Divergencias entre lo que se supone que ha visto el personaje y lo que vemos.

B)      Divergencias entre lo que relata el personaje y lo que vemos.

Estas divergencias las podemos hallar tanto en reportajes como en documentales. L a primera, entre lo que se supone que ve el entrevistado y lo que nosotros vemos cuando se nos enseña imágenes que él no evoca, ya sea con intención irónica o para juzgarlo. La segunda, que revela una disparidad de instancias enunciativas, cuando se produce un salto en la imagen, revelando la presencia de un corte en las palabras del entrevistado.

-          De la narración en subnarración

A la hora de hablar, los humanos suelen utilizar la función narrativa del lenguaje, relatar, relatarse. Ahora bien, en el cine, este fenómeno se acentúa además por el hecho de que utiliza esas cinco materias de la expresión que son las imágenes, los ruidos, las palabras, los textos escritos y la música y de que se trata de un doble relato.

En un primer nivel el cine relata siempre-ya, aunque solo sea mostrando ese narrador visualizado que relata.

El problema de la subnarración es totalmente distinto según lo enfoquemos a partir del relato escrito o fílmico. En el primer caso, el subrelato del segundo narrador suele estar relatado mediante el mismo vehículo semiótico que el que utiliza el primer narrador: el lenguaje verbal.

Un ejemplo es Las mil y una noches el primer narrador cuenta la historia de un rey que para vengarse de las mujeres, se casa cada día con una y por las noches las mata. Hasta que un día, llega Sherezade. Ésta le empieza a contar cuentas y el rey no puede matarla porque siempre desea conocer más historias. Todas las historias son relatadas por la subnarradora (Sherezade), que en sí misma, forma parte del primer nivel de la diégesis relatada por el primer narrador (Es una narradora intradiegética, según la terminología de Gennete). Cuando Sherezade empiez a acontar las historias, el lector se olvida completamente de que lo que está leyendo es una historia contada por una narradora.

Un narrador verbal relata verbalmente lo que otro narrador verbal ha subrelatado verbalmente.

-          La palabra y la imagen

       Las primeras películas que se hicieron eran mudad. Sin embargo, esto no quiere decir que no tuvieran sonido en absoluto, ya que estás constaban de pequeños ruidos, música de acompañamiento, a veces se añadían comentarios dirigidos a la sala, etc. En esta época el poner subtítulos era bastante raro. En el segundo decenio del siglo (1900), la palabra escrita empezó a adquirir una función de primer orden y a aportar informaciones de naturaleza verbal al espectador sin necesidad de la voz. Más tarde, hacia 1928, la propia voz (narradores y personajes) consigue inscribirse de forma material en el filme en sí. El cine sonoro se convirtió en cine hablado.

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