miércoles, 27 de noviembre de 2019

Algunos apuntes sobre el didyeridú

Se trata de un tubo de madera que se ejecuta usando diversas técnicas en un determinado número de culturas aborígenes de Australia. A menudo está considerado como un instrumento que es en su totalidad de origen aborigen, pero es probable que el origen indígena del didyeridú esté reservado tan sólo a regiones culturales concretas de la costa norte de Australia, especialmente en la Tierra de Arnhem y en otras regiones del extremo del Territorio Norte. En las regiones inmediatamente adyacentes, una serie de culturas con tradición en la interpretación del didyeridú han recibido de sus vecinos más próximos un conjunto de géneros cantados con acompañamiento de este instrumento.

1. En la tradición
La mitología aborigen contempla el didyeridú como una creación de los sueños; no se conoce el origen histórico del instrumento. Las primeras pinturas rupestres que se conocen, halladas en los muros, sugieren que su uso podría remontarse alrededor del año 1000 d. C., aunque algunos géneros de canciones que utilizan acompañamiento al didyeridú se originaron claramente en un período anterior.

El didyeridú recibe diferentes nombres en las distintas culturas que utilizan el instrumento. Uno de ellos, yidaki, acuñado por los Yolngu del noreste de la Tierra de Arnhem, ha encontrado un uso extendido debido al éxito que ha obtenido la banda de rock Yothu Yindi, de origen yolngu. Moyle sugiere que la palabra onomatopéyica inglesa 'didjeridu' se podría haber inspirado en algunos de los sonidos producidos por este instrumento en el oeste de la Tierra de Arnhem. Los didyeridús de la Tierra de Arnhem son tubos de madera de aspecto casi cónico construidos a partir de troncos huecos o ramas de cualquier tipo de árboles entre los que se incluyen los de corteza fibrosa (Eucalyptus tetradonta), los de la familia de las mirtáceas (Eucalyptus miniata) o el eucalipto rojo (Eucalyptus camaldulensis). Los instrumentos tradicionales pueden variar en cuanto a la longitud y al diámetro, pero los que se utilizan comúnmente en las interpretaciones en público van desde 1 a 1,5 metros de largo con orificios internos de 3 a 5,5 cm en el extremo de la embocadura y los 5,5 a 8 cm (o más) en el extremo opuesto. Los instrumentos del oeste de la Tierra de Arnhem tienden a ser más cortos que los del norte de la Tierra de Arnhem.

Tras retirar, en primer lugar, una porción del tamaño apropiado del tronco o de la rama de un árbol, el fabricante del instrumento retira la corteza y después corta las capas de madera para conseguir un sonido deseable. Se usa una navaja para alisar la superficie interior de la embocadura. En algunas zonas es bastante común aplicar cera de abejas a la embocadura, tanto para una mayor comodidad como para sellarla mejor. Las pinturas decorativas son un acabado esencial para los instrumentos que se pretenden vender a los turistas, pero los instrumentos usados en la interpretaciones tradicionales no suelen contar con estos adornos.

El didyeridú es capaz de producir una nota fundamental así como varios armónicos sobre la fundamental. Sin embargo, en la práctica, sólo se utilizan la fundamental o la fundamental y su primer armónico. La nota fundamental de los didyeridús de la Tierra de Arnhem varía desde el si hasta el sol. En regiones donde se usan los armónicos, el intervalo que se forma entre las dos notas depende de las dimensiones del instrumento. En el noreste de la Tierra de Arnhem, este intervalo a menudo ronda el intervalo de décima, pero puede variar desde la octava hasta la undécima.

El uso de técnicas interpretativas específicas varía de acuerdo con las tradiciones regionales (y los recursos de cada intérprete); sin embargo, el didyeridú se utiliza siempre como un bajo rítmico caracterizado por tres elementos distintivos. El primero de estos tres es el de producir un característico sonido zumbante. Las investigaciones en acústica han llegado a sugerir que este timbre tan característico no depende tanto del diseño del instrumento como de la embocadura del intérprete y las técnicas básicas a la hora de insuflar el aire. Dado un diámetro de la embocadura de suficiente tamaño y un orificio razonablemente claro y cónico, el sonido formante se produce a través de una combinación de la  oscilación de gran amplitud del labio y una resonancia de alta frecuencia del tracto, producida por la formación de una pequeña cavidad detrás de los dientes, entre estos y la lengua.

El segundo elemento omnipresente de la interpretación tradicional es la técnica de la respiración circular, en la que el intérprete reserva pequeñas cantidades de aire en sus mejillas o en la boca mientras sopla. Esto permite al intérprete robar pequeñas respiraciones por la nariz mientras, al mismo tiempo, mantiene la nota del bajo al liberar el aire reservado. El tercer elemento idiomático de la interpretación tradicional es ese en el que al bajo se le da un ímpetus rítmico a través de la variada combinación de tres tipos de movimiento: el movimiento del diafragma según un patrón establecido, que aparece con cada inspiración/expiración de aire rápida y da como resultado una momentánea y ligera elevación de la altura del sonido y un incremento del volumen; la manipulación rítmica de la cavidad oral a través de movimientos de la lengua, de las mejillas y/o de la garganta; y la adición rítmica de la resonancia de las cuerdas vocales o del canto, resultado de la suma y diferencia de frecuencias. Cada uno de estos tres elementos básicos de la interpretación del dijeridu contribuye a crear sonidos que desafían la percepción que la música occidental tiene de parámetros como el ritmo, la altura y el timbre.

Las diversas tradiciones culturales y regionales han desarrollado diferentes combinaciones de estas técnicas. El río Liverpool sirve como una frontera divisoria entre dos enfoques diferentes en cuanto a tradiciones interpretativas se refiere. La tradición asociada con las culturas del oeste del río Liverpool se caracteriza por el uso, solamente, de la nota fundamental y por una correspondencia entre la nota fundamental del didyeridú y la tónica del cantante. Predomina especialmente en esta región la explotación rítmica de la resonancia vocal.

Por el contrario, las tradiciones originarias del este del río Liverpool se caracterizan por el uso de dos notas (la fundamental y el primer armónico) y por la falta de correspondencia entre las dos notas del didyeridú y las notas del cantante.

El uso de armónicos y sonidos vocales al este del río Liverpool se puede subdividir en función de las regiones. Las tradiciones del noreste de la Tierra de Arnhem y Groote Eylandt se caracterizan tanto por el uso de un armónico "abocinado" de larga duración, como por el ligero uso de los armónicos, de una manera muy sutil y articulada; por la alteración, tanto simple como compleja, de la nota fundamental y los armónicos; y por el uso de potentes gritos e imitaciones con la voz de distintos sonidos animales y de los pájaros. En el centro norte de la Tierra de Arnhem, por el contrario, los armónicos se producen sólo como una "bocina" de larga duración relativa; los patrones rítmicos que se forman a partir de la alteración de la nota fundamental y los armónicos son bastante simples; y los intérpretes, generalmente, no se valen de los gritos o de las imitaciones de los sonidos de animales.

En los contextos más tradicionales, el didyeridú se asocia especialmente con los géneros ceremoniales públicos como los manikay (bunggul) del noreste y del centro norte de la Tierra de Arnhem, y los wangga y guborgg (lirrga) del oeste de la Tierra de Arnhem. Estas canciones se pueden interpretar tanto en ocasiones religiosas como seculares. El didyeridú también juega un papel importante en el djatpangarri del noreste de la Tierra de Arnhem. El instrumento está específicamente excluido de un género sagrado del noreste de la Tierra de Arnhem, llamado madayin, pero una versión inusualmente más larga del instrumento (de 2 metros) juega un importante papel representativo en algunos puntos dentro del djungguwan, un género sagrado regional del este de la Tierra de Arnhem.

En las ceremonias, el didyeridú funciona, casi siempre, como un instrumento acompañante. Lo toca un único intérprete masculino, que acompaña con él a uno o más cantantes que también tocan pares de palos de madera. En numerosos géneros, la interpretación también puede incluir a mujeres y/u hombres bailando. Las habilidades de muchos intérpretes tradicionales son muy apreciadas dentro de la comunidad, pero es el cantante principal (preferentemente un anciano a quien todo el mundo respeta), quien decide la materia de la canción, así como los patrones rítmicos de los palos y (en ocasiones) los ritmos concretos que debe usar el intérprete del didyeridú.

Los intérpretes pueden tocar sentados o de pie, se opta por esta última opción a menudo durante las procesiones de los intérpretes de un lugar a otro. Las posturas que adoptan los intérpretes cuando están sentados varían de acuerdo con las preferencias regionales y personales. En el oeste de la Tierra de Arnhem, los instrumentos más pequeños a menudo se sostienen sobre un pie o simplemente sobre la tierra. En el noreste de la Tierra de Arnhem, es habitual que el extremo opuesto al intérprete se sitúe directamente sobre la tierra o sobre un resonador externo para reflejar el sonido hacia el intérprete. Antiguamente el resonador preferido por los intérpretes era una concha; aunque hoy en día se utiliza para este propósito cualquier objeto que se precie, como cubos o cajas de plástico de alimentos. En algunas ocasiones, los intérpretes marcan el tempo dando golpes con sus uñas o con cualquier otro objeto contra uno de los lados del instrumento.

El papel del intérprete del didyeridú en la interpretación se extiende más allá del de proporcionar un bajo roncón. En muchos casos, los ritmos del didyeridú proporcionan el sentido de bajo sobre el que los otros intérpretes bailan y cantan. En el centro y en el este de la Tierra de Arnhem, el intérprete del didyeridú también tiene un papel importante a la hora de dar la entrada a los otros intérpretes, señalando cambios de tempo y patrones, así como indicar el punto cercano al final del verso en el que los palos y el didyeridú se coordinan. Muchos de los ritmos del didyeridú se forman mediante patrones de vocablos. Las versiones habladas de estos mismos vocablos se usan con propósitos explicativos o pedagógicos entre los intérpretes del didyeridú o entre un cantante principal y su acompañante.

No existe un sistema normalizado de enseñanza musical en la Tierra de Arnhem. Los jóvenes tocan versiones a escala de los instrumentos. En el noreste de la Tierra de Arnhem, los jóvenes que se aproximan a la edad para poder tocar practican tanto los patrones tradicionales que se han memorizado como los nuevos patrones de su propia invención. Se dedican a acompañar a jóvenes aspirantes a cantantes y a participar, de manera informal, en duelos técnicos con otros jóvenes intérpretes del didyeridú. Los intérpretes con talento pueden empezar a tocar en las ceremonias siendo adolescentes; debido a las exigencias físicas que conlleva la interpretación del instrumento durante varias horas sin descanso, la mayoría de los mejores intérpretes son hombres jóvenes. Dejando a un lado la pura habilidad técnica y la resistencia física, la verdadera señal de un virtuoso del didyeridú está en la capacidad de memorizar una enorme cantidad de patrones rítmicos y en saber en qué momento usar cada uno de acuerdo con las exigencias del contexto, la materia de la canción, los patrones de los palos y los gustos estéticos de los cantantes principales.

Incluso con las presiones del papel que juega el acompañamiento del didyeridú y de las tradiciones conservadoras de la Tierra de Arnhem, sigue quedando sitio para la innovación de los patrones rítmicos y las tradiciones más modernas. En el noreste de la Tierra de Arnhem estas tendencias innovadoras han cobrado especial importancia en la interpretación de yuta manikay ("versos de canciones nuevas"), un tipo de recomposición moderna de las antiguas canciones que se ha incorporado en las prácticas tradicionales de las ceremonias. En algunos casos, los tipos de interpretación más modernos pueden encarnar influencias de las músicas populares occidentales, aunque de tal manera que la función básica del instrumento dentro de los conjuntos vocales y coreográficos no se vea alterada.

En las pocas ceremonias de la Tierra de Arnhem en las que las mujeres cantan, el didyeridú no se usa. La prohibición de que las mujeres toquen en una ceremonia parece basarse en una costumbre social más que en una prohibición ancestral específica, aunque existen relatos que hablan de esta prohibición dentro de la cultura tradicional. En determinadas culturas que utilizan el didyeridú, las mujeres tocan el instrumento (de manera cada vez más habitual en los últimos años) para acompañar canciones no litúrgicas y en contextos sociales informales. Asimismo, algunas mujeres también se dedican a la construcción (y a la prueba) de didyeridús destinados a la venta.

2. En la actualidad
La amplia proliferación del didyeridú a través de grabaciones en CD y en el cine han llevado a la percepción (y al uso) de su particular sonoridad como un símbolo identificador de la Australia aborigen. Mientras que algunos de estos sonidos derivan de las fuentes tradicionales, otra proporción cada vez mayor deriva de la interpretación no tradicional tanto de intérpretes aborígenes como no aborígenes y tanto de australianos como de extranjeros.

Tras dos generaciones, el didyeridú es un instrumento que utilizan la mayoría de las bandas de hoy en día que están diseminadas por toda la geografía de la Tierra de Arnhem. La banda de mayor éxito de entre todas ellas ha sido la de origen yirrakala (una comunidad indígena australiana), llamada Yothu Yindi que, durante los años 90 del siglo XX, ha realizado varias giras internacionales de manera frecuente y logró mantenerse en antena en un espacio considerable de tiempo tanto en Australia como en el extranjero. Esta banda logró adaptarse a la estética del pop al afinar sus didyeridús con las guitarras y los cantantes occidentales; asimismo, se aseguraron de que los armónicos no entrasen en conflicto con los sonidos de los instrumentos más graves como el bajo. Los gritos tradicionales se siguieron usando, pero siempre al servicio de los patrones rítmicos familiares al público occidental.


El didyeridú también lo han usado los intérpretes aborígenes a lo largo de toda Australia en las bandas de rock y esto ha servido para legitimar la percepción del instrumento como un símbolo cultural de todos los aborígenes. El uso del instrumento como un símbolo pan-australiano puede comprobarse en su uso por parte de un importante número de músicos australianos no aborígenes. El didyeridú se ha utilizado también en obras de cámara por una serie de compositores australianos, hasta el punto de que, como la interpretación de estas obras a menudo requiere la participación de virtuosos del instrumento de origen aborigen, ha habido un deseo de colaboración y reconciliación entre los australianos indígenas y los no indígenas.

A nivel global, el didyeridú ha encontrado un uso importante entre los grupos que combinan músicas del mundo, los grupos new age y los círculos tribales que han brotado en muchas áreas urbanas. La mayoría de los usos no aborígenes del instrumento utilizan adaptaciones de la técnica del bajo roncón emparentadas con el oeste de la Tierra de Arnhem. Algunos intérpretes no aborígenes han realizado serios estudios de las técnicas y ritmos tradicionales; sin embargo, la mayoría de ellos han adaptado la sonoridad básica y la técnica de la respiración circular, mientras que, por otro lado, han introducido ritmos, técnicas y aspectos estéticos que son ajenos a las tradiciones aborígenes. Algunas de las nociones más utópicas y místicas asociadas con el didyeridú, inventadas en el contexto new age, tienen poco que ver con las concepciones que del instrumento tienen las sociedades aborígenes más tradicionales. Sin embargo, en muchas prácticas tradicionales no aborígenes, el antiguo origen aborigen del dijeridu se ha convertido en un importante foco de atención, tal vez, como una manera de reforzar la impresión de "autenticidad" o el valor espiritual de las actividades de los intérpretes no aborígenes.


Bibliografía

A.P. Elkin and T.A. Jones: Arnhem Land Music (Sydney, 1958)

T.A. Jones: ‘The Didjeridu: Some Comparisons of its Typology and Musical Functions with Similar Instruments Throughout the World’, Studies in Music, i (1967), 23–55

Songs from the Northern Territory, coll. A.M. Moyle, Institute of Aboriginal Studies M001-5 (1967) [incl. notes]

T.A. Jones: ‘The Yiraki (Didjeridu) in North-East Arnhem Land: Techniques and Styles’, The Australian Aboriginal Heritage: An Introduction Through the Arts, ed. R.M. Berndt and E.S. Phillips (Sydney, 1973), 169–74

A.M. Moyle: North Australian Music: a Taxonomic Approach to the Study of Aboriginal Song Performances (diss., Monash U., 1974)

J. Stubington: Yolngu Manikay: Modern Performances of Australian Aboriginal Clan Songs (diss., Monash U., 1978)

A.M. Moyle: ‘The Australian Didjeridu: a Late Musical Intrusion’, World Archeology, xii (1981), 321–31

M. Clunies Ross and S.A. Wild, eds.: Djambidj: an Aboriginal Song Series from Northern Australia (Canberra, 1982) [incl. CD]

N.H. Fletcher: ‘Acoustics of the Australian Didjeridu’, Journal of Australian Aboriginal Studies, i (1983), 28–37

M. Clunies Ross and S.A. Wild: ‘Formal Performance: the Relations of Music, Text and Dance in Arnhem Land Clan Songs’, EthM, xxviii (1984), 209–35

J. Stubington: Review of Djambidj: an Aboriginal Song Series from Northern Australia, Australian Aboriginal Studies, i (1984), 68–76

G.C. Wiggins: ‘The Physics of the Didgeridoo’, Physics Bulletin, xxxix (1988), 266–7

G.D. Anderson: Mularra: a Clan Song Series from Central Arnhem Land (diss., U. of Sydney, 1992)

A.J. Marett: ‘Variability and Stability in Wangga Songs of Northwest Australia’, Music and Dance in Aboriginal Australia and the South Pacific: the Effects of Documentation on the Living Tradition, ed. A.M. Moyle (Sydney, 1992) 194–213

S. Knopoff: ‘Yuta Manikay: Juxtaposition of Ancestral and Contemporary Elements in Performance of Yolngu Clan Songs’, YTM, xxiv (1992), 138–53

Bunggridj-bunggridj: Wangga Songs by Alan Maralung, Smithsonian Folkways CD 40430 (1993) [incl. notes by A. Marett and L. Barwick]

K. Neuenfeldt: ‘The Didjeridu and the Overdub’, Perfect Beat, i/2 (1993), 60–77

K. Neuenfeldt: ‘The Essentialistic, the Exotic, the Equivocal and the Absurd: the Cultural Production and Use of the Didjeridu in World Music’, Perfect Beat, ii/1 (1994), 88–104

G. Anderson: ‘Striking a Balance: Limited Variability in Performances of a Clan Song Series from Central Arnhem Land’, The Essence of Singing and the Substance of Song: Recent Responses to the Aboriginal Performing Arts and Other Essays in Honour of Catherine Ellis, ed. L. Barwick, A. Marett and G. Tunstill (Sydney, 1995), 12–25

K. Neuenfeldt ed: The Didjeridu: from Arnhem Land to Internet (Sydney, 1997) [incl. P. Dunbar-Hall: ‘Continuation, Dissemination and Innovation: The Didjeridu and Contemporary Aboriginal Popular Music Groups’, 69–88; L. Barwick: ‘Gender “Taboos” and Didjeridus’, 89–98; S. Knopoff: ‘Accompanying the Dreaming: Determinants of Didjeridu Style in Traditional and Popular Yolngu Song’, 39–67; P. Sherwood: ‘The Didjeridu and Alternative Lifestylers' Reconstruction of Social Reality’, 139–53; F. Magowan: ‘Out of Time Out of Place: a Comparison of Applications of the Didjeridu in Aboriginal Australia, Great Britain and Ireland’, 161–83]

K. Neuenfeldt: ‘Good Vibrations? The “Curious” Cases of the Diderjidu in Spectacle and Therapy in Australia’, World of Music, i1/2 (1998), 29–52

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Algunos apuntes sobre la seguidilla

El término es el diminutivo de la palabra «seguida», que quiere decir continuación o coda. Se trata de una danza (por lo general, para referirse a la danza se utiliza el término en plural: seguidillas) y una canción. Para encontrar los primeros testimonios escritos de seguidilla tenemos que remontarnos al siglo XV o incluso antes, pero parece ser que no existió como pieza musical hasta el año 1590, momento en que su popularidad comenzó a superar incluso a aquella que había adquirido la zarabanda. Era una danza (y un canción) provocativa que se bailaba en las calles con acompañamiento de guitarra. J. C. Amat en su obra Guitarra española (1596) da algunas indicaciones imprecisas sobre este tipo de música y G. Correas, Cervantes y muchos otros autores de alrededor del 1600 la describen como un tipo de danza obscena que bailaban los plebeyos por parejas. Los músicos hicieron versiones cortesanas de las seguidillas a partir de 1620 en adelante (existen muchos ejemplos en el Cancionero Musical de la Sablonara, como los nº 8, 26, 67, etc.) Se trata de piezas homorrítmicas a dos, tres y cuatro voces, en compás ternario con síncopas mucho más características de otros géneros del siglo XVII que de la seguidilla moderna, aunque existen suficiente indicios para pensar que esta última evolucionó a partir de la seguidilla primitiva. Se dice que algunos pasajes de la ópera Celos aun del aire matan (¿1660?) de Juan Hidalgo se basaron en ritmos de seguidilla. Para el año 1700, las seguidillas que incluyó Sebastián Durón en sus zarzuelas están mucho más próximas a las formas castellanas modernas al usar un compás ternario, tonalidades mayores, notas a contratiempo iniciales y melismas cadenciales. Las seguidillas se cantaban y se bailaban de manera habitual en las tonadillas escénicas del siglo XVIII, así como en los sainetes y en las zarzuelas de los siglos XIX y XX. Existe una ilustración de la seguidilla de mediados del siglo XVIII en El noble arte de danzar (Madrid, 1755) de Pablo Minguet y de las de principios del siglo XIX en Seguidillas de Fernando Sor. Los ritmos inspirados en la seguidilla encontraron su hueco en los desarrollos musicales posteriores gracias a compositores como Iradier, Pedrell, Albéniz y Glinka. Falla incluyó un ejemplo del más elevado valor artístico en su seguidilla murciana de las Siete canciones populares españolas (1914) para voz y piano. La famosa seguidilla de la Carmen de Bizet (Acto 1, nº 10) ha sido, y con razón, criticada por no corresponderse exactamente con el modelo habitual de seguidilla; aún así, el compás ternario, los ritmos llenos de brío y los melismas no están muy lejos de lo que podemos encontrar en las seguidillas de los siglos XVIII y XIX.


El noble arte de danzar (1755) de Pablo Minguet. En la página 26 se menciona la seguidilla.
La seguidilla moderna utiliza un moderado compás ternario, normalmente en una tonalidad mayor; la melodía comienza, por lo general, en parte débil y cadencia con melismas similares a los de otras canciones populares españolas más modernas. Cuenta con coplas que alternan versos largos con cortos, los versos más cortos normalmente son los que riman. Se han detectado cerca de 20 tipos distintos de versos a lo largo de España e Hispanoamérica, pero las estrofas de cuatro versos de aproximadamente 7575 sílabas con rimas abab o abcb (en algunas ocasiones, sólo con rima asonante), se han contemplado como formas fundamentales desde el siglo XVI.

En su ejecución, una breve introducción, a menudo ejecutada por la guitarra, va seguida de la salida del cantante, usando una porción del texto. La sección principal, que se repite y se varía de forma libre, consta de un importante pasaje instrumental (la falseta o interludio), seguido de la sección vocal (la copla). El baile se ejecuta por parejas, unas veces alternándose, otras veces aproximándose y manteniéndose en dos filas. Los brazos y los cuerpos de los bailarines se mueven con distinguida gracia mientras el juego de pies sigue de manera animada los ritmos de la guitarra, las castañuelas o la pandereta. Una de las características de este baile es la técnica del bien parado, en la que los bailarines se detienen al final de cada estrofa mientras los instrumentos presentan la nueva frase. Existen algunas pruebas (Echevarría Bravo, Capmany) de que la seguidilla castellana, especialmente las seguidillas manchegas, fue el primer tipo de seguidilla y la más influyente, pero, de entre todas las variantes, las más notables serían la seguidilla murciana y las sevillanas, mucho más rápidas. La seguidilla gitana, seguiriya o siguiriya, como su pariente, la playera, mucho más plañidera y musicalmente más compleja. La siguiriya está considerada, por lo general, como una de las formas más puras del cante hondo y no se la considera propiamente una danza. El cantaor improvisa mediante convenciones establecidas sobre el acompañamiento del guitarrista, que, al igual que él, improvisa dentro de un patrón concreto. Sus ritmos han sido materia de discusiones entre los estudiosos, derivando, probablemente, de los cambios en la forma de interpretar la seguidilla. Pedrell (en el cambio de siglo) habló del compás de 3/4, Torner (en los años 30 del siglo XX) de una combinación de los compases de 3/8 y el 3/4, García Matos (en los años 50) del 2/4 y del 3/8, y Molina y Mairena (1963) propusieron el modelo que se muestra en el ejemplo 1. S. Estébanez Calderón, en Escenas andaluzas (Madrid, 1847/R), utilizó el término "seguidillas" para referirse a varios tipos de canciones y danzas andaluzas.


Enlaces de interés
El noble arte de danzar de Pablo Minguet
Escenas andaluzas de S. Estébanez Calderón
Escenas andaluzas de S. Estébanez Calderón (Biblioteca Virtual Cervantes)


Bibliografía
G. Correas: Arte de la lengua española castellana (1625); ed. E. Alarcos García (Madrid, 1954), 445ff

F.A. Barbieri: ‘Danzas y bailes en España en los siglos XVI y XVII’, La ilustración española y americana, xliii–xliv (1887), 330

F. Rodríguez Marín: El Loaysa de ‘El celoso extremeño’ (Seville,1901)

F. Pedrell: Cancionero musical popular español (Valls, 1918–22, 3/1958)

E.M. Torner: ‘La canción tradicional española’, Folklore y costumbres de España, ed. F. Carreras y Candi (Barcelona, 1931–3), ii, 2–166, esp. 137ff

A. Capmany: ‘El baile y la danza’, ibid., 169–418, esp. 253

D.C. Clarke: ‘The Early Seguidilla’, Hispanic Review, xii (1944), 211–22

V.T. Mendoza: ‘México aún canta seguidillas’, Anuario de la Sociedad Folklórica de México, v (1944), 189–202

P. Echevarría Bravo: Cancionero musical popular manchego (Madrid, 1951)

F. Hanssen: ‘La seguidilla’, Anales de la Universidad de Santiago de Chile, cxxv (1909), 697–796; rev. in Estudios, i (1958), 133–246

M. García Matos: ‘Sobre algunos ritmos de nuestro folklore musical’, AnM, xv (1960), 101–31; xvi (1961), 27–54

R. Molina and A.Mairena: Mundo y formas del cante flamenco (Madrid, 1963)

M. Frenk Alatorre: ‘De la seguidilla antigua a la moderna’, Collected Studies in Honour of Américo Castro's Eightieth Year, ed. M.P. Hornik (Oxford,1965), 97–107

C. Magis: La lírica popular contemporánea (Mexico City, 1969), 477–502

D. Dumas: Chants flamencos/Coplas flamencas (Paris, 1973)

B. Jeffery: Introduction to Fernando Sor: Seguidillas for Voice and Guitar or Piano (London,1976)

J. Mercado: La seguidilla gitana: un esayo sociológico y literario (Madrid, 1987)

M. Esses: Dances and Instrumental Diferencias in Spain during the Seventeenth and Eighteenth Centuries (Stuyvesant, NY, 1992)

J. Etzion: Preface to El cancionero de La Sablonara (London, 1996) 

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Algunos apuntes sobre el celempung

Se trata de un cordófono de gran tamaño propio del gamelán javanés. Tiene una caja de resonancia de madera en forma de trapezoide, de alrededor de un metro de largo, que se sostiene sobre dos patas largas y otras dos cortas, de tal forma que se mantiene inclinada hacia arriba desde el punto de vista del intérprete, que permanece sentado y toca de 10 a 13 pares de cuerdas con sus uñas (a veces, también con púas), mientras presiona las cuerdas con los dedos, que funcionan como apagadores. Las cuerdas están sujetas a la caja de resonancia por uno de sus extremos y se extienden sobre un puente inclinado hasta las clavijas de afinación, que pueden tensarse o destensarse.

En una orquesta de gamelán al completo es habitual utilizar instrumentos distintos para la escala sléndro y para las subescalas pélog (bem, 12356 y barang, 72356), aunque por lo general, se utiliza un sólo instrumento para la escala pélog.

El celempung también se utiliza en orquestas de gamelán javanés de menores dimensiones, como por ejemplo las orquestas gadhon y cokekan y, por lo general, se puede sustituir por el siter, de menor tamaño y sonido más brillante. Las orquestas callejeras siteran utiliza el celempung junto con siter de distinto tamaño (siter barung, siter panerus y siter slenthem), con kendhang ciblon (un tipo de tambor) y con gong komodhong (un gong con caja de resonancia).






miércoles, 6 de noviembre de 2019

Algunos apuntes sobre el hula

Se trata de un nombre genérico para referirse a un baile de Hawai y, en algunas ocasiones, usado de forma vaga e imprecisa para hablar de otros bailes de las islas del Pacífico. En el hula hawaiano, los gestos del torso superior y las extremidades superiores interpretan el contenido semántico de los textos poéticos llamados mele, el carácter se expresa a través de expresiones faciales, del contacto visual y con las manos; los pasos de baile, cada uno con su nombre y un patrón, están estrechamente coordinados con los golpes de percusión. Las categorías de hula reflejan combinaciones de gran importancia, motivos coreográficos y los instrumentos acompañantes, en su mayoría interpretados por diferentes músicos. Los bailes sentados se clasifican con un nombre en función de los instrumentos que los bailarines usan para acompañarse a sí mismos, por ejemplo el hula pū‘īli, hula ‘ulī‘ulī.