Según Metz, hay cinco criterios para reconocer un relato:
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Un relato
tiene inicio y final
Todo relato está clausurado. Hay películas y series que en las primeras
partes dejan espacios sin contestar
sobre los que apoyar las secuelas (Star Wars, George Lucas). Otras películas
nos devuelven a su punto de partida como es por ejemplo L´inmmortelle (Alain
Robbe-Grillet, 1963), cuya última imagen es una repetición de la primera.
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El relato
es una secuencia doblemente temporal
Todo relato pone en juego dos
temporalidades: por una parte la de la cosa narrada; por otra parte, la que
deriva del acto narrativo en sí. Según Metz conviene distinguir la sucesión más
o menos cronológica de los acontecimientos y la secuencia de significantes que
el usuario tarda cierto tiempo en recorrer: tiempo de lectura para un relato
literario, tiempo de visión para un relato cinematográfico, etc. Metz ha llegado a las siguientes
conclusiones:
A) El
relato (en sentido amplio) puede contener enclaves, descripciones, que no son
“narraciones”, puesto que no satisfacen el criterio de doble temporalidad. En el relato hay pues, narración y
descripción.
B) Esta
temporalización del significante, que reúne narración y descripción en una
categoría común, las opone a la imagen, que es instantánea, un punctum temporis que ha sido
inmovilizado.
C) Toda narración es un discurso. Según Metz, la
noción de discurso permite oponer el relato al mundo real. La narración es un
discurso, es decir, una serie de enunciados que remite necesariamente a un
sujeto de la enunciación. Lo cual no quiere decir que todo discurso narre:
podemos hablar para argumentar, demostrar, enseñar, etc.
D) La
percepción del relato “irrealiza” la cosa narrada. Si nadie prefiere lo real,
nadie prefiere nunca la historia. Es decir, a partir del momento en que trato
con un relato sé que no es la realidad. Evidentemente, existen películas o novelas
basadas en historias reales, pero según Metz, no las confunde jamás con la
realidad porque no están como ella, aquí y ahora.
E) Un
relato es un conjunto de acontecimientos. Una vez más, Metz considera el relato
como un discurso cerrado en el que el acontecimiento es la unidad fundamental.
Cuando tratamos de resumir una novela queda claro que, independientemente de
cómo lo hagamos, las palabras no bastan. Hacen falta una serie de proposiciones
que formen frases más o menos complejos. Partiendo de esto Metz se ve obligado
a demostrar que la imagen cinematográfica corresponde más a un enunciado que a
una palabra. La posibilidad de pensar cualquier relato en términos de enunciado
define la narratividad como tal y legitima un análisis estructural. No obstante
no hay que tomar el parecido entre un plano y el modelo lingüístico al pie de
la letra. Metz no dice que un plano es un enunciado, como a veces se le hace
afirmar, sino que se parece más a un enunciado que a una palabra.
Considerando los cinco criterios que acabamos de exponer,
logramos, gracias a Metz, la siguiente definición: El relato es un discurso
cerrado que viene a irrealizar una secuencia temporal de acontecimientos.
A) La
cuestión del fundamento epistemológico
es lo que guía su problemática. En realidad, se trata de explicar dos
intuiciones que no vuelven a ponerse en tela de juicio en su artículo de 1966:
– El relato existe, es reconocido como tal
por su “consumidor”, suscita una impresión de narratividad.
– La película pertenece a la categoría de
los relatos, aunque la imagen se pueda situar antes de esta “gran forma del
imaginario humano”.
B) Su
definición está jerarquizada:
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Lo que cuenta en primer lugar es su oposición a
la realidad, cuya resultante es el estatuto, un tanto particular, de la imagen.
¿Qué es un relato
cinematográfico?
Al principio, el argumento narrativo de las películas era
muy sencillo. Hasta más o menos 1900, la mayor parte de las películas sólo
duraban uno o dos minutos y, generalmente, no tenían más que un solo plano, una
sola unidad espaciotemporal, eran unipuntuales. Los largometrajes de diez
minutos eran la excepción.
En cierta medida, las películas producidas en esa época
conservaban la famosa regla de las tres unidades (lugar, tiempo y acción), que
anteriormente había conocido el teatro clásico.
De este modo, las diversas anécdotas filmadas presentaban una acción que
no presuponía más que un solo cuadro locativo (es decir, un solo lugar) y un
solo segmento temporal. En términos de producción cinematográfica, una
situación narrativa tal se traducía en una simplicidad extrema, sobre todo
cuando la comparamos con aquello que requiere la menos compleja de las
películas comerciales de hoy en día.
El argumento narrativo de la película de los hermanos
Lumiére. U joven pisa una manguera de la que se está sirviendo un jardinero.
Éste, extrañado por el corte del suministro, examina la punta de la manguera.
En ese momento el bribón quita su pie y el regador acaba regado. El jardinero
reacciona e inicia la persecución del gracioso para darle unos azotes. Un solo
plano y una triple unidad de lugar, tiempo y acción.
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