Narrativa
y poética
La teoría literaria es el estudio de la naturaleza de la
literatura. La teoría estructuralista sostiene que cada narración tiene dos
partes: una historia, el contenido o cadena de sucesos (acciones,
acontecimientos, etc.), más lo que podríamos llamar los existentes (personajes,
detalles del escenario, etc.), y un discurso, es decir, la expresión, los
medios a través de los cuales se comunica el contenido. Dicho de otra manera,
la historia es el qué de una narración que se relata, el discurso es el cómo.
Tenemos el diagrama:
Acciones
Sucesos acontecimientos
Texto narrativo Historia
Existentes personajes
Discurso
escenario
Este tipo de texto ha sido reconocido desde la poética.
Para Aristóteles, la imitación de acciones en el mundo real, praxis, formaba un argumento, logos, del cual se seleccionaban las
unidades que formaban la trama, mythos.
Los formalistas rusos también hicieron esa distinción, pero
usaron sólo dos términos: la fábula o historia básica (suma total de sucesos
que van a ser relatados en la narración. Y a la inversa, la trama, la historia
real tal y como es contada enlazando los sucesos. Para los formalistas la
fábula es la serie de sucesos ligados que se nos comunican a lo largo de la
obra. La trama es la manera en que el lector se entera de lo que sucedió. Esto
es, básicamente, el orden de aparición de los sucesos en la obra misma.
La capacidad de transposición de las historias es la
razón más poderosa para afirmar que las narraciones son realmente estructuras
independientes de cualquier medio. Para definir el concepto de estructura
tenemos que hablar de tres conceptos clave: integridad, transformación y autorregulación.
Cualquier grupo de objetos que no tengan estas propiedades características es
simplemente una agrupación, no una estructura.
Una narración es
un conjunto porque está constituido de elementos que son distintos de lo que lo
constituyen. Los sucesos en la narración tienden a estar relacionados o ser
causa unos de otros. Por otra parte, los sucesos de una narración verdadera,
aparecen en escena ya ordenados. Segundo, las narraciones implican tanto una
transformación como una autorregulación. Autorregulación significa que la estructura
se mantiene y se cierra en sí misma.
- ¿Es la narración una estructura
semiótica?
La lingüística y la semiótica, la
ciencia general de los signos, nos enseñan que una simple distinción entre
expresión y contenido no bastan para captar todos los elementos de la situación
comunicativa. Esta distinción está atravesada por otra que hay entre la
sustancia y la forma.
En las lenguas, la sustancia de la
expresión es la naturaleza material de los elementos lingüísticos, por ejemplo,
los sonidos concretos hechos por voces, o los signos de un papel.
Si la estructura narrativa es realmente
semiótica, es decir, comunica significados de por sí, además del contenido
parafraseable de la historia, entonces podría explicarse en función de la
ordenación cuatripartita vista más arriba. Debería incluir
1)
Una forma y una sustancia de la
expresión
2)
Una forma y una sustancia del contenido
La historia es el contenido
de la expresión narrativa, mientras que el discurso es la forma de esa
expresión. Hay que distinguir entre el discurso y su manifestación material: en
palabras, dibujos, etc. Esta última es claramente la sustancia de la expresión
narrativa, aún cuando la manifestación sea de manera independiente un código
semiótico.
Una narración es una
comunicación y, por tanto, presupone dos partes, un emisor y un receptor. Cada
parte implica tres personajes diferentes. Del lado del emisor tenemos el autor
real, el autor implícito y el narrador (si lo hay). Del lado del receptor
tenemos el público real (el oyente, el lector, espectador, etc.), el público
implícito y el narratario.
La modalidad de sentido en
que funciona la narración puede ser visual o auditiva, o ambas. En la categoría
visual están las narraciones no verbales (pintura, escultura, ballet), además
de los textos escritos. En la categoría auditiva están los cantos de los
bardos, las narraciones musicales, obras de teatro radiofónicas, etc. Sin
embargo, existe una salvedad y es que todos los textos (aunque no lo estén
siendo) pueden ser representados oralmente en cualquier momento.
Ya se tenga experiencia de
la narración a través de una representación o de un texto, los miembros del
público tienen que responder con una interpretación: no pueden evitar el
participar en la transacción.
Esquema de la estructura narrativa
El
discurso narrativo consta de una secuencia conectada de enunciados narrativos,
en donde el enunciado es muy independiente del medio expresivo concreto. En la
narración, lo que se comunica es la historia y se hace a través del discurso,
el elemento de expresión formal. Se dice que el discurso enuncia la historia y
estos enunciados son de dos tipos: proceso e inacción, dependiendo de si
alguien hizo algo o algo sucedió.
Los enunciados de proceso están en la
modalidad de HACER o SUCEDER como categorías de la expresión más abstractas.
Los enunciados de inacción están en la modalidad del ES. Un texto que
consistiera solo en enunciados de inacción, es decir, declarase sólo la
existencia de una serie de cosas, tan sólo podría implicar una narración.
La diferencia entre la narración, la relación
de un suceso y la representación, su presentación no mimetizada corresponde a
la clásica distinción entre diegésis y
mimesis (en términos de Platón), o actualmente entre contar y mostrar. El dialogo es la representación de tipo superior.
Lectura y lectura profunda
La”
lectura profunda” es una lectura de varios niveles mientras que la “lectura”
consta únicamente de un nivel. Podemos definir la lectura profunda como “ la decodificación de las estructuras
narrativas superficiales a las profundas”. La traducción narrativa de un medio
a otro es posible porque se puede interpretar aproximadamente el mismo conjunto
de existentes y sucesos.
Historia: sucesos
De
los sucesos de una historia se ha dicho tradicionalmente que constituyen una
ordenación llamada “trama”. Aristóteles definió la trama (mythos) como “”la disposición de los incidentes”. La teoría
narrativa estructuralista mantiene que esta disposición es precisamente la operación
que realiza el discurso. Los sucesos de una historia son transformados en una
trama por el discurso, el modo de su presentación. El discurso puede
manifestarse en varios medios, pero tiene una estructura interna
cualitativamente diferente de cualquiera de sus posibles manifestaciones. Su
orden de presentación no tiene que ser el mismo que el de la lógica natural de
la historia. Su función es dar énfasis o quitárselo a ciertos sucesos de la
historia, interpretar algunos u dejar que se deduzcan otros.
Los
sucesos son acciones (actos) o bien acontecimientos. Ambos son cambios de
estado. Una acción es un cambio de estado causado por un agente o alguien que
afecta a un paciente. Si la acción es significativa para la trama, el agente o
paciente se llama personaje. Por tanto, el personaje es el sujeto narrativo,
aunque no necesariamente gramatical, del predicado narrativo. Los tipos
principales de acciones que puede realizar un personaje u otro existente son
actos físicos no verbales (Juan corrió por la calle abajo).
Un
acontecimiento supone un predicado cuyo objeto narrativo es el personaje u otro
existente en el que se haya centrado. Por ejemplo: la tormenta dejó a Pedro a la deriva. Pedro es el sujeto de una
serie de acciones en el nivel de la superficie o manifestación. En el nivel más
profundo de la historia es el objeto narrativo, el afectado y no el que
efectúa.
Secuencia, contingencia y causalidad
Desde
Aristóteles se ha mantenido que los sucesos en las narraciones son radicalmente
correlativos, encadenantes y vinculantes. Su secuencia no es simplemente lineal
sino también es causativa. Esta causalidad puede estar representada, es decir,
ser explícita, o no estar representada, ser implícito. En el ejemplo “el rey
murió y luego la reina murió” es solamente una historia y en “el rey se murió y
luego la reina se murió de pena” es una
“trama” porque añade causalidad. Pero lo interesante es que nuestras mentes
están acostumbradas a buscar una estructura y, si es necesario, la
proporcionan.
Aristóteles
y los teóricos aristotélicos explican la causalidad según el modo de probabilidad,
Paul Goodman, por ejemplo: a la relación del poder ser después de las partes ya
representadas y conducentes a otras partes los llamamos “probabilidad”. La
discusión de Aristóteles sobre los términos “principio”, “mitad” y “final” se
refiere a la narración, a los sucesos de la historia tal y como están imitados,
y no a las acciones reales mismas, simplemente porque tales términos no
significan anda en el mundo real. Ningún final en la realidad es definitivo en
la manera en que lo es el Fin de una novela o película. Ni siquiera la muerte
es un final, biológicamente, históricamente o en cualquier sentido que se le dé
a la palabra. Los autores modernos rechazan o modifican la noción de causalidad
estricta. Jean Pouillon ha propuesto el término “contingencia”, que ciertamente
puede incluir casos modernos extremos. No en el sentido de incertidumbre o
casualidad, sino más bien en el sentido filosófico más estricto de que depende
para su existencia, ocurrencia, carácter, etc. La idea de contingencia tiene el
atractivo de ser amplia, porque puede acomodar nuevos principios organizativos
como la repetición descriptiva acumulativa de Robbe- Grillet.
Pero
puedo o no un solo término como “contingencia” captar el principio de
organización de cualquier tipo de narración, la tepría debe tener en cuenta
nuestra fuerte tendencia a unir los sucesos más diversos. El experimento
narrativo en el que el lector elabora su propia historia a partir de una caja llena
de hojas impresas sueltas depende de la disposición de nuestras mentes para
conectar cosas.
Una
narración sin trama es imposible. No se trata de que no haya trama, sino de que
la trama no sea un complejo enigma. En la narración de resolución tradicional
hay una sensación de que se resuelve un problema, de que las cosas se
solucionan de alguna manera, de que hay una especie de tecnología emocional o
razonada. Roland Barthes usa el término “hermenéutica” para describir esta
función. Las tramas reveladoras suelen estar muy centradas en los personajes,
preocupadas de mostrar todos los detalles de los existentes, etc.
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