En La ventana
indiscreta, Hitchcock no le da tanta importancia a lo que se ve, sino a lo
que no se ve. La película está llena de situaciones en las que se nos oculta
información. Pongamos de ejemplo dos casos: el primero de ellos es la pareja
recién casada que, una vez que compran el piso, lo primero que hacen es bajar
la persiana. No se nos muestra con exactitud qué es lo que hacen después, pero
lo más seguro es que vayan a hacer el amor. Otra situación parecida es el motivo
sobre el que gira toda la película: el supuesto asesinato de la mujer de un
vecino. ¿Es en realidad un asesinato? Nunca se nos llega a mostrar
explícitamente el acto, sólo se nos dan informaciones sesgadas, banales. Estos
pequeños detalles se van a convertir en un constante juego con el espectador,
puesto que lo hace partícipe de la película poniéndolo en esa misma situación
voyeurística en la que se encuentra Jeffries: el espectador es parte de la
película, interviene en la película a través de su imaginación. Y es que
Hitchcock tenía muy en cuenta al espectador en sus película, administra
meticulosamente la información que da al espectador a través de un dominio
perfecto del campo y el fuera campo. Cada movimiento de cámara, cada cambio de
plano y cada plano están absolutamente medidos y concienzudamente pensados, no
hay nada gratuito en el film. De esta forma, La ventana indiscreta acaba convirtiéndose en una película que ofrece
múltiples lecturas. Cuando una película ofrece distintas interpretaciones al
espectador estamos ante una buena película que trasciende épocas.
Por otro lado, el espacio de La ventana indiscreta es muy peculiar: nos encontramos ante un
mismo escenario durante toda la película, algo que en un principio podría
resultar arriesgado. La cámara nunca sale del piso de Jeffries (salvo al final
de la película), pero Hitchcock sabe proyectar inteligente la acción sobre los
pisos de enfrente. Y aquí Hitchcock vuelve a jugar con el espectador, puesto
que el piso en el que estamos no ocurre absolutamente nada (Truffaut dijo sobre
esta película que va sobre que Jeffries no quiere casarse con Lisa), pero,
irónicamente, donde sí parece que ocurre algo más interesante son en los pisos
de enfrente, difícilmente alcanzables. Hitchcock no nos da la satisfacción de
entrar en esos pisos (donde se nos muestra que cada personaje tiene su propia
vida y sus propios problemas), sino que nos hace sufrir, teniendo que intuir lo
que pasa a través de los objetivos o miradas furtivas de Jeffries. Es una forma
bellísima de crear intriga y tensión en el espectador.
Según cuenta Mar Marcos, cabe añadir que Hitchcock pone en escena lo que Noel Burch llamó el quinto segmento: el espacio que hay detrás del decorado; es decir, el espacio que está dentro del decorado, pero que no se ve.[1] El ejemplo perfecto de esto podemos observarlo cuando Thornwald pilla a Liza merodeando en su apartamento y ambos quedan ocultos por los nervios de la ventana.
Según cuenta Mar Marcos, cabe añadir que Hitchcock pone en escena lo que Noel Burch llamó el quinto segmento: el espacio que hay detrás del decorado; es decir, el espacio que está dentro del decorado, pero que no se ve.[1] El ejemplo perfecto de esto podemos observarlo cuando Thornwald pilla a Liza merodeando en su apartamento y ambos quedan ocultos por los nervios de la ventana.
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