El término es el diminutivo de la palabra «seguida», que quiere decir continuación o coda. Se trata de una danza (por lo general, para referirse a la danza se utiliza el término en plural: seguidillas) y una canción. Para encontrar los primeros testimonios escritos de seguidilla tenemos que remontarnos al siglo XV o incluso antes, pero parece ser que no existió como pieza musical hasta el año 1590, momento en que su popularidad comenzó a superar incluso a aquella que había adquirido la zarabanda. Era una danza (y un canción) provocativa que se bailaba en las calles con acompañamiento de guitarra. J. C. Amat en su obra Guitarra española (1596) da algunas indicaciones imprecisas sobre este tipo de música y G. Correas, Cervantes y muchos otros autores de alrededor del 1600 la describen como un tipo de danza obscena que bailaban los plebeyos por parejas. Los músicos hicieron versiones cortesanas de las seguidillas a partir de 1620 en adelante (existen muchos ejemplos en el Cancionero Musical de la Sablonara, como los nº 8, 26, 67, etc.) Se trata de piezas homorrítmicas a dos, tres y cuatro voces, en compás ternario con síncopas mucho más características de otros géneros del siglo XVII que de la seguidilla moderna, aunque existen suficiente indicios para pensar que esta última evolucionó a partir de la seguidilla primitiva. Se dice que algunos pasajes de la ópera Celos aun del aire matan (¿1660?) de Juan Hidalgo se basaron en ritmos de seguidilla. Para el año 1700, las seguidillas que incluyó Sebastián Durón en sus zarzuelas están mucho más próximas a las formas castellanas modernas al usar un compás ternario, tonalidades mayores, notas a contratiempo iniciales y melismas cadenciales. Las seguidillas se cantaban y se bailaban de manera habitual en las tonadillas escénicas del siglo XVIII, así como en los sainetes y en las zarzuelas de los siglos XIX y XX. Existe una ilustración de la seguidilla de mediados del siglo XVIII en El noble arte de danzar (Madrid, 1755) de Pablo Minguet y de las de principios del siglo XIX en Seguidillas de Fernando Sor. Los ritmos inspirados en la seguidilla encontraron su hueco en los desarrollos musicales posteriores gracias a compositores como Iradier, Pedrell, Albéniz y Glinka. Falla incluyó un ejemplo del más elevado valor artístico en su seguidilla murciana de las Siete canciones populares españolas (1914) para voz y piano. La famosa seguidilla de la Carmen de Bizet (Acto 1, nº 10) ha sido, y con razón, criticada por no corresponderse exactamente con el modelo habitual de seguidilla; aún así, el compás ternario, los ritmos llenos de brío y los melismas no están muy lejos de lo que podemos encontrar en las seguidillas de los siglos XVIII y XIX.
Enlaces de interés
El noble arte de danzar de Pablo Minguet
Escenas andaluzas de S. Estébanez Calderón
Escenas andaluzas de S. Estébanez Calderón (Biblioteca Virtual Cervantes)
El noble arte de danzar (1755) de Pablo Minguet. En la página 26 se menciona la seguidilla. |
La seguidilla moderna utiliza un moderado compás ternario, normalmente en una tonalidad mayor; la melodía comienza, por lo general, en parte débil y cadencia con melismas similares a los de otras canciones populares españolas más modernas. Cuenta con coplas que alternan versos largos con cortos, los versos más cortos normalmente son los que riman. Se han detectado cerca de 20 tipos distintos de versos a lo largo de España e Hispanoamérica, pero las estrofas de cuatro versos de aproximadamente 7575 sílabas con rimas abab o abcb (en algunas ocasiones, sólo con rima asonante), se han contemplado como formas fundamentales desde el siglo XVI.
En su ejecución, una breve introducción, a menudo ejecutada por la guitarra, va seguida de la salida del cantante, usando una porción del texto. La sección principal, que se repite y se varía de forma libre, consta de un importante pasaje instrumental (la falseta o interludio), seguido de la sección vocal (la copla). El baile se ejecuta por parejas, unas veces alternándose, otras veces aproximándose y manteniéndose en dos filas. Los brazos y los cuerpos de los bailarines se mueven con distinguida gracia mientras el juego de pies sigue de manera animada los ritmos de la guitarra, las castañuelas o la pandereta. Una de las características de este baile es la técnica del bien parado, en la que los bailarines se detienen al final de cada estrofa mientras los instrumentos presentan la nueva frase. Existen algunas pruebas (Echevarría Bravo, Capmany) de que la seguidilla castellana, especialmente las seguidillas manchegas, fue el primer tipo de seguidilla y la más influyente, pero, de entre todas las variantes, las más notables serían la seguidilla murciana y las sevillanas, mucho más rápidas. La seguidilla gitana, seguiriya o siguiriya, como su pariente, la playera, mucho más plañidera y musicalmente más compleja. La siguiriya está considerada, por lo general, como una de las formas más puras del cante hondo y no se la considera propiamente una danza. El cantaor improvisa mediante convenciones establecidas sobre el acompañamiento del guitarrista, que, al igual que él, improvisa dentro de un patrón concreto. Sus ritmos han sido materia de discusiones entre los estudiosos, derivando, probablemente, de los cambios en la forma de interpretar la seguidilla. Pedrell (en el cambio de siglo) habló del compás de 3/4, Torner (en los años 30 del siglo XX) de una combinación de los compases de 3/8 y el 3/4, García Matos (en los años 50) del 2/4 y del 3/8, y Molina y Mairena (1963) propusieron el modelo que se muestra en el ejemplo 1. S. Estébanez Calderón, en Escenas andaluzas (Madrid, 1847/R), utilizó el término "seguidillas" para referirse a varios tipos de canciones y danzas andaluzas.
Enlaces de interés
El noble arte de danzar de Pablo Minguet
Escenas andaluzas de S. Estébanez Calderón
Escenas andaluzas de S. Estébanez Calderón (Biblioteca Virtual Cervantes)
Bibliografía
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R. Molina and A.Mairena: Mundo y formas del cante flamenco (Madrid, 1963)
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