Lo primero que encontramos en este texto es una de las primeras clasificaciones de las tipologías de instrumentos. Isidoro habla de los instrumentos de viento (o como él los llama "el tipo orgánico"), de los instrumentos de percusión y cuerda percutida (que el llama del "tipo rítmico" y que engloba dentro de una misma categoría) y habla también, en primer lugar, del canto, instrumento al que otorga un puesto privilegiado, excluyéndolo de las demás tipologías y adquiriendo entidad propia y a la que llama del "tipo armónico". Y es que, como el mismo reconoce más adelante, el canto "es aire golpeado por el aliento". Si los instrumentos de viento (los que Isidoro llama del "tipo orgánico") también producen el sonido a través del "aire insuflado", ¿por qué no encuadra el canto dentro de los instrumentos del tipo orgánico? Tal vez porque el canto se sirve de la palabra, que es lo que utilizan los actores de comedias y tragedias, como dice Isidoro de Sevilla. El actor es verbo, el actor es palabra. Resulta curioso que el término que usa Isidoro para referirse a la vibración de las cuerdas vocales por parte del aire (verberatus) tenga la misma raíz que verbum (el verbo, la palabra). Cuando hablamos, cuando usamos la palabra, estamos haciendo vibrar nuestras cuerdas vocales. En sus textos, Isidoro utiliza la palabra modulación para referirse a la recitación de los actores de teatro; es decir, a las distintas inflexiones, a los distintos colores que utiliza un actor con su voz cuando está recitando un texto. En otras palabras, en hacer música con la voz. Y para hacer música con la voz es necesario que se vean implicados cuerpo y alma (y esto entronca directamente con el pensamiento y la filosofía platónica); en Isidoro está presente la idea de que el movimiento (la vibración) producido por el alma y el cuerpo está estrechamente relacionado con la música.
Por otra parte, estos capítulos de las Etymologiae constituyen un testimonio de lo que podríamos llamar un diccionario de términos musicales, un libro de lenguaje musical del siglo VI. Muchos de los términos musicales que utilizamos hoy en día los encontramos aquí definidos por primera vez, bien con otros nombres, bien con el mismo y constituyen un testimonio de su evolución. De tal manera que podemos encontrar términos como armonía que para Isidoro de Sevilla es:
una modulación de la voz y una concordancia o recíproca disposición ordenada (coaptio) de muchos sonidos.
Es decir, en el siglo VI d.C., Isidoro ya había planteado una definición bastante concreta y, sobre todo, actual de armonía. Aunque algo exigua, recoge la esencia de lo que es y entendemos por armonía: un conjunto de sonidos ordenados de forma tal que producen música. Asimismo, también encontramos los términos consonancia y disonancia, sólo que en Isidoro de Sevilla los encontramos disfrazados de otros nombres: sinfonía y diafonía. Encontramos también un cambio semántico de algunos términos que, para nosotros en la actualidad significan una cosa, y para Isidoro significan otra: es el caso del término tono. Así define "tono" en sus Etymologie:
El tono es la emisión más o menos aguda de la voz.
Para Isidoro de Sevilla, "tono" equivale a lo que nosotros hoy en día llamaríamos la altura del sonido; es decir, a si un sonido es más grave o más agudo. Además, Isidoro pone en estrecha relación este concepto con el de armonía, que para él es la ordenación de distintas alturas de sonidos; es decir, Isidoro está haciendo una definición primitiva de la escala. No sólo eso, sino que además, cada escala se corresponde con un determinado estado de ánimo (volvemos, de nuevo, a la teoría del ethos), ya que cada armonía depende en cierta medida de la entonación o el nivel de la voz. Un entonación grave quedará reservada para momentos solemnes, mientras que una entonación elevada se reservará para momentos de júbilo y alegría. Así los expresa Isidoro un poco más adelante:
Los sonidos dulces son sutiles y compactos (spissus) claros y agudos. Sonidos penetrantes son aquellos que duran mucho tiempo, de forma tal que ocupan todo el espacio de modo continuo, como el sonido de las trompetas.
Por tanto, encontramos en los textos de Isidoro una estrecha relación con la teoría musical griega. Cuando habla de los "musici" (es decir, de los que no hacían música, que eran los teóricos de la música, y no los músicos prácticos, a los que no se les consideraba músicos) y de los "quince géneros", que no son otra cosa que los modos griegos. Hace también una ligera referencia a la teoría musical pitagórica y de las proporciones al hablar de la condición física que se tiene que dar para que emitir un sonido agudo:
Las cuerdas más delgadas emiten un sonido agudo y tenue.
Como colofón final, Isidoro hace una primitiva clasificación de los distintos tipos de voces, llegando a la conclusión de que la mejor voz entre todas es la aguda, pero no sólo tiene que ser aguda, además, ha de ser clara y dulce para que sea perfecta:
La voz alta, dulce y clara es perfecta; alta para que llegue al agudo; clara para que llene el oído; dulce para conquistar el ánimo del oyente. Si falta uno de estos requisitos, la voz no es perfecta.
Enlaces de interés
Manuscrito de las Etymologiae de Isidoro de Sevilla (Ms.10008). Siglo XI
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Manuscrito de las Etymologiae de Isidoro de Sevilla (Ms.10008). Siglo XI
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